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Carlo Varela

PAN ante la encrucijada

Ricardo Anaya deja el país ante la versión de que la FGR buscaría detenerlo. La decisión parece razonable dado el caso Robles, al margen de lo que esto represente para su potencial, aunque incierta candidatura. Anaya sigue siendo hasta ahora el perfil opositor con mayor reconocimiento de nombre e intención de voto. Su actitud abiertamente contestataria a López Obrador lo ha conservado vigente. En mayo de este año, 66.8% de los encuestados por Varela y Asociados declaraba conocerlo, su imagen era la más positiva entre los presidenciables de la oposición y a 29% le habría gustado que fuera candidato del PAN a la presidencia en 2024, dato que subía a 59% entre panistas. Sin embargo, aún es temprano y ello no le garantiza la candidatura que previsiblemente buscarán impulsar conjuntamente PAN-PRI y PRD, quienes saben que sólo unidos podrán competir contra Morena y AMLO en la mayor parte del país. La tibia defensa de Anaya que algunos panistas han hecho sugiere improbable que el partido esté interesado en nominarlo, ni la actual dirigencia ni alguno de los que entrarán al relevo en octubre próximo. Parece haber cierto consenso respecto a su fallido desempeño en 2018, más allá del acoso judicial al que lo sometió el gobierno de Peña Nieto. Ahora bien, no es creíble que AMLO sea ajeno a la acusación de la FGR que no ha dado muestra de autonomía, entonces parece una agresión precipitada, un gesto de avasallamiento desproporcionado o una demostración de inseguridad poco característica de López Obrador intentar deshacerse hoy de un contrincante tan difuso. La acusación, derivada de declaraciones de Lozoya, es que Anaya habría recibido 6.8 millones de pesos de los sobornos de Odebrecht a legisladores mexicanos para que aprobaran la reforma energética en 2013. No es inverosímil, pero el móvil sí dado que el panismo siempre apoyó esa reforma. Finalmente, a la fecha no se ha probado una sola de las supuestas afirmaciones de Lozoya. La salida de Anaya del país es comprensible dado el caso de Rosario Robles, a quien el gobierno apresó con artificios legales para aplicarle la prisión preventiva, sin haberle probado nada y sin haber dado curso a su proceso judicial. El detonador común entre ambos personajes sólo es ser adversarios políticos de AMLO y, sobre todo, haberlo afrentado. Nadie ha salido en defensa de Robles en estos años, su carrera política está acabada, el caso de Anaya es más incierto: sin precandidatos de gran peso, el PAN y la oposición tradicional tendrán que sopesar la conveniencia de proteger a Anaya como una opción con cierto capital político acumulado. Adicionalmente, mientras las acusaciones no cobren un carácter judicial robusto, el caso podría detonar una causa de enorme arrastre, en contra del abuso de poder y el engaño del combate a la corrupción. Por sí misma esa causa podría sembrar una narrativa y construir alianzas hacia 2024. En los próximos días se publicarán nuevas encuestas sobre presidenciables que permitirán evaluar el peso político de Anaya pero, al margen de si pudiera cuajar o no como candidato presidencial, podría convertirse en un emblema de la protesta y la propuesta opositora. Lo único claramente derivable del episodio es que la justicia se mantiene politizada y que AMLO busca debilitar todo rasgo de oposición hacia 2024.


Altamente probable que Marko Cortés continúe al frente del PAN hasta agosto del 2024. El próximo 24 de octubre 280 mil militantes del PAN renovarán al dirigente nacional. El registro de candidatos cierra el 14 de septiembre y las campañas irán del 24 de septiembre al 23 de octubre. En las últimas dos elecciones similares, un candidato arrasó el proceso (ver cuadro 1). Hoy sólo dos personas han levantado la mano para participar, el actual dirigente nacional, Marko Cortés, que buscaría la reelección y la excandidata a la gubernatura de Tlaxcala, Adriana Dávila. El exgobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, había sido el principal crítico del desempeño de Cortés y contaba con el respaldo de varios comités estatales para disputar la dirigencia ahora, pero hace unos días anunció su decisión de declinar, argumentó que no había condiciones para una competencia equitativa. Con ello se esfuma la posibilidad de que Cortés enfrente a un contendiente de peso y aumentan las probabilidades de que Cortés arrase esa contienda. Durante los últimos tres años, su falta de liderazgo y propuesta alternativa frente a la 4T han sido su marca de agua. Electoralmente, produjo claroscuros: gracias a la formación de coaliciones con el PRI, aumentó de 81 a 114 el número de panistas en la Cámara de Diputados, aunque en votos sólo creció dos décimas, de 18.7 a 18.9. La cobertura territorial nacional que el PAN había conservado en la primera década del siglo se fragmentó en zonas regionales de influencia. Perdió dos gubernaturas, Baja California Sur y Nayarit, aunque resurgió en capitales como Puebla, Cuernavaca, Hermosillo e importantes alcaldías del poniente de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México. El elemento más débil de su gestión fue no lograr crecer la intención de voto del partido, lo que cementa la necesidad de forjar alianzas para competir contra Morena en pistas nacionales, como será el relevo presidencial del 2024.



Fuente: Banamex con datos de su archivo interno


El PAN sin claro contendiente a la presidencia. Zavala y Anaya tienen problemas de imagen y gobernadores como Domínguez y Vila son poco conocidos. Se publicaron dos encuestas sobre los presidenciables del PAN. A tres años de la elección, el nivel de conocimiento y la imagen determinan la fuerza relativa de los perfiles. Margarita Zavala y Ricardo Anaya adelantan en la preferencia (ver gráfica 1) porque son los más conocidos, ambos fueron recordados por más de 80% de la población mientras que el resto obtuvo un porcentaje mucho menor: Corral, 40%; Cortés, 30% y Domínguez y Vila, 20%. Cuando se pregunta a la población quién debería encabezar la alianza, la gente menciona a los que conoce, de modo que es natural que Zavala y Anaya encabecen las respuestas. Sin embargo, podría haber candidatos con mayor potencial, a quienes les hace falta ser más conocidos y crecer su imagen. Zavala ha estado alejada del PAN, en 2018 compitió como independiente y dividió el voto panista, ahora ha regresado al PAN como diputada porque su partido no obtuvo el registro, pero no es claro que los panistas la apoyarían como candidata presidencial. Por su parte, Anaya estuvo alejado de la política dos años y, a pesar de haber emprendido una gira por el país y de actitud contestataria con López Obrador, su imagen está lastimada por las acusaciones que los gobiernos de Peña y López le han formulado. Encuestas publicadas muestran que la mayoría de la población considera que es culpable de los delitos que se le imputan, lo cual perjudicaría su posicionamiento como candidato presidencial. Corral tiene años de estar alejado del PAN, Cortés muy probablemente se mantendrá al frente del PAN y sería mal visto si intentase competir por la nominación presidencial. Domínguez y Vila son gobernadores con buena aceptación ciudadana en sus estados, pero su influencia es muy regional. Conviene recordar que, a tres años de la elección del 2006, Calderón captaba menos de 5% de las preferencias y no fue sino hasta un año antes de la contienda cuando comenzó a crecer en las preferencias contra Creel, el favorito de Fox. De modo que estas primeras mediciones pueden ser muy poco reveladoras aún del potencial en el panismo

Gráfica 1 ¿Quién le gustaría que fuera el candidato presidencial del PAN?


Fuente: Enkoll


El PAN, a la deriva de su fraccionalismo, escenifica su propia caricatura. El episodio de la reunión de senadores panistas con Santiago Abascal, líder del polémico ultraderechista partido español, VOX, fue un error liso y llano para un partido que sólo es viable como opción nacional en la medida que sus posiciones ideológicas y plataforma programática no aliene a segmentos del electorado que se identifican con PRI y PRD al menos, idealmente incluso con otros partidos. Es decir que la única estrategia inviable para el PAN es radicalizarse. Y eso es justamente lo que señalizó el episodio con el representante de VOX. Habiéndose realizado en el Senado, con todo y foto oficial, resulta inverosímil la explicación del coordinador de los senadores panistas, Julen Rementería, respecto a que se trató de un evento privado en el que “el partido no suscribió ningún acuerdo político”. Sin embargo, tampoco parece cierto que el blanquiazul esté asumiendo formalmente un viraje hacia la ultraderecha. Hace casi un decenio que ese partido atraviesa por una profunda crisis de indefinición, falta de liderazgo y fraccionalismo que ha venido erosionando su desempeño electoral y su presencia en el debate político nacional. La polarización azuzada por el discurso presidencial que caricaturiza a sus adversarios políticos, sin duda ha logrado movilizar a sectores efectivamente colocados en los extremos del espectro ideológico y de valores, como la derecha religiosa que se expresa en FRENA o con posiciones más raciales y programáticas como las de los personajes que respaldaron la reunión con VOX. No son posiciones nuevas sino, más bien, viejas dentro de la derecha mexicana, minoritarias e incluso clandestinas (como el YUNQUE). La principal razón por la que afloran es la falta de un liderazgo estratégico, con visión nacional y aspiración de largo aliento en el PAN. Si ese partido no recupera una conducción central y moderada, podría volverse marginal en los próximos lustros, y amenazar la articulación de un frente opositor moderno y racional que pueda competirle parcelas de gobierno a Morena.




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